El paradigma que define el lugar de trabajo está evolucionando hacia una red de espacios físicos y virtuales que combina oficina, casa y otros escenarios, creando un ecosistema que proporciona flexibilidad para fomentar la cultura, la productividad y el bienestar. Así lo arrojó un estudio llevado a cabo por Cushman & Wakefield, empresa global de servicios inmobiliarios corporativos, donde se encuestó a alrededor de 50.000 personas.
De acuerdo al análisis, esta conclusión responde a tres importantes lecciones y proyecciones que dejaron las experiencias vividas antes y durante la pandemia generada por el COVID-19:
-Se puede ser productivo desde cualquier lugar. La tecnología ha permitido ver la máxima expresión de la colaboración productiva de los equipos. No importa que estén en casa, los empleados han conseguido mantener una alta concentración.
-La flexibilidad laboral se impone. El 73% de los encuestados cree que su empresa debería usar esta opción y permitir variedad de lugares para interactuar. Además, el 90% siente que hay más confianza para que trabajen de forma remota.
-Las oficinas serán parte del nuevo ecosistema. El lugar de trabajo incluirá varias ubicaciones y experiencias que fomentarán la cultura, la productividad y el bienestar. “Las oficinas tendrán un nuevo propósito y seguirán evolucionando hacia las nuevas necesidades, para convertirse en el lugar ideal para fortalecer la conexión cultural, el aprendizaje, el vínculo con clientes y colegas, la creatividad y la innovación” destacó Ariel Benzaquen, Country Manager de Cushman & Wakefield Chile.
¿Cuáles son los grandes desafíos?
El teletrabajo ha traído retos importantes para los empleados. La encuesta de Cushman & Wakefield evidenció dos muy significativos para el presente y futuro de los espacios laborales. El primero es que el trabajo remoto ha afectado la capacidad de las personas para conectarse entre sí a un nivel personal.
Solo un poco más de la mitad de los consultados se siente conectado con sus compañeros, lo que afecta negativamente el vínculo con la cultura empresarial. Ya no están cara a cara para interactuar y crear conexión y aunque siguen experimentando orgullo por trabajar en sus empresas, es difícil mantener ese sentido de pertenencia a la cultura organizacional que se nutre y vive en persona.
El segundo desafío tiene que ver con la forma en que las distintas generaciones enfrentan y prefieren el futuro de sus trabajos. La colaboración se ha dado, pero ha limitado las oportunidades de aprendizaje y tutoría informal y el estudio resalta que para las generaciones jóvenes, ha resultado más difícil trabajar desde casa.
El 70% de los millennials (nacidos entre 1982-1994 aproximadamente) y la generación Z (nacidos entre 1995 y 2010), manifiestan que les resulta difícil hacerlo, ya que no hay un tiempo fuera del espacio de trabajo, tampoco un corte real entre lo personal y laboral ni una separación natural propia entre el principio y final del día de trabajo, afectando negativamente el bienestar mental y físico. ¿Y qué pasa con los baby-boomers? Este grupo nacido entre 1946 y 1964 por el contrario, evidencia porcentajes más bajos de dificultad al trabajo desde casa.
Además, todas las generaciones experimentan un problema en común al trabajar desde su hogar, el déficit en la conexión. Asimismo, mientras para la generación Z resulta ser una dificultad el tener un lugar de trabajo inadecuado, para los millennials y la generación X lo es también el rol de asistencia y cuidado que deben combinar con sus deberes laborales.
(*) El estudio fue realizado por Cushman & Wakefield, a través de su herramienta exclusiva Experience per Square Foot (Experiencia por pie cuadrado, o XSF por sus siglas en inglés), analizando datos de más de 50.000 encuestados en los cinco continentes antes y durante el COVID-19.