Por Damián Trivelli, Director de Estrategia y Asuntos Públicos de Grupo Etcheberry
La globalización y el comercio internacional parecían ser el camino para una integración exitosa que permitía a los países subir en sus niveles de desarrollo, creando cadenas de suministros internacionales que ofrecían a las personas más opciones de productos y precios más bajos.
Este paradigma, como lo conocíamos, ya estaba seriamente amenazado por una serie de factores: la disputa comercial entre China y Estados Unidos, el aumento de presidentes populistas, nacionalistas y aislacioanistas que no valoran ni respetan los consensos mundiales. También la pérdida de poder e influencia de los organismos multilaterales como los efectos del cambio climático, que está impactando a las economías, modos de producción y la vida de las personas.
Finalmente, el COVID-19 ha dejado en evidencia la fragilidad del sistema, mostrando la incapacidad del ordenamiento mundial para garantizar que los países puedan acceder a insumos y productos básicos para poder hacer frente a la pandemia.
El caso de Chile es particularmente sensible, porque somos un país pequeño y lejano, que apostó por un modelo de desarrollo basado en una economía abierta que ha traído beneficios y crecimiento al país. Sin embargo, en este contexto de incertidumbre y vulnerabilidad, lo responsable es analizar si debemos o no hacer ajustes.
Esto nos impone una nueva discusión: ¿debemos producir dentro del país los productos que son estratégicos y esenciales?
«Chile tiene la obligación de definir un modelo de desarrollo sostenible y seguro en un contexto de incertidumbre económica y política a nivel mundial»
Lo primero es definir y llegar a un acuerdo respecto de cuáles son las industrias o productos que deberíamos ser capaces de producir, para no depender completamente de otras naciones. Por ejemplo, la agroindustria, energía, medicamentos o conectividad son algunas de las industrias que deberíamos potenciar.
Segundo, generar un diagnóstico sobre el estado en que se encuentran cada una de las empresas –si es que existen– tanto a nivel financiero, tecnológico o capacidad de producción.
En tercer término, definir cual será el rol del Estado en cada una de estas industrias. Porque se puede optar desde crear empresas públicas, entrar en la propiedad de algunas ya existentes, generar incentivos tributarios para que privados potencien o instalen ciertas industrias, establecer salvaguardias o crear regulaciones específicas. Desde ahí se puede construir un acuerdo transversal que establezca un plan de trabajo de corto, mediano y largo plazo.
Chile tiene la obligación de definir un modelo de desarrollo sostenible y seguro en un contexto de incertidumbre económica y política a nivel mundial. No hacerse estas preguntas y fijar el camino, puede significar que la próxima pandemia no contemos con las industrias necesarias para hacer frente a las necesidades y seguridades básicas con que deben contar todos los ciudadanos.